Murmullos y tsunamis en el universo
Recordaremos el año 2016 por dos cosas: por Bob Dylan, que no quería recoger a su premio Nobel, y por el anuncio de la existencia de ondas gravitacionales. Obviamente, para otras personas quizás ocurrieran eventos más destacados pero a nosotros déjenos la joya de aquel 11 de febrero, cuando nos dijeron que dos agujeros negros se habían fusionado y nosotros habíamos escuchado por primera vez a su canto del cisne. Desde entonces, el Universo se ha convertido en un lugar muy ruidoso y aquel canto aislado se ha convertido más bien en un parloteo entre amigos. Bueno, unos amigos que no conocemos desde hace mucho pero a los cuales iremos acostumbrándonos.
Vivimos ya en la época de la astronomía de ondas gravitacionales y los interferómetros como LIGO y VIRGO se han convertido en instrumentos imprescindibles para desentrañar los secretos del universo, desde sus primeros instantes de vida hasta las colisiones entre estrellas de neutrones. ¿Qué mejor manera de buscar efectos de gravedad modificada?
En nuestro grupo estudiamos cómo polarizaciones adicionales en el espectro de las ondas gravitacionales pueden interactuar con medios astrofísicos y afectar a la materia que atraviesan, trayéndonos después informaciones preciosas sobre cómo se propagan.
De este modo disfrutamos el doble: averiguamos si hay trazas observables en los medios que atraviesan por las interacciones anómalas que generan y, al mismo tiempo, caracterizamos las señales gravitacionales que recibimos.
LIGO Scientific Collaboration and Virgo Collaboration/Georgia Tech/S. Ghonge & K. Jani, CC BY-SA 4.0 , via Wikimedia Commons